Hay una historia en la mitología India en la que Dios disfrazado de mendigo va de casa en casa pidiendo limosna. Toca la puerta en varios palacios de gente muy rica que le abren y le dan algunas (en muchos casos muchas) monedas sintiéndose muy generosos al hacerlo. Por último llega a una casa sin puerta y pide a la mujer que la habitaba con su hijo una limosna. La mujer no tenía nada aparte de la ropa vieja que llevaba puesta y un mango sobre la mesa. La mujer tomó el mango, lo partió en dos y le dio un pedazo a su hijo y el otro al mendigo diciéndole: "no poseo nada pero este medio mango ayudará a calmar tu hambre". En ese momento, el mendigo volvió a su forma original y se presentó como Dios ante la mujer: "al darme lo que poseías, has hecho el regalo perfecto y toda la gracia divina caerá sobre ti en forma de dicha y bienaventuranza".
Traigo esta historia a colación porque una actitud de Bhai y Noe me la recordó hace unos días. Desde hace más de un mes están entre los dos ahorrando para comprar un loro que repita todo lo que ellos digan. Por obvias razones, tener un loro de verdad en la casa no es posible así que busqué uno de juguete. Lo encontré y con sus ahorros (y otro poco más) se los compré. La felicidad de ver al fin el loro tan anhelado y tan buscado era total. Le hablaron, le cantaron y no podían creer que el loro repitiera TODO lo que decían. De repente, recordamos que ese día era el cumpleaños de su primo Samuel. Yo le tenía un regalo, mas sin embargo les pregunté qué les gustaría regalarle a su primo. Pausaron un rato, pensaron y dice Noe: "¡ya se! el loro le encantaría". Y Bhai: "Sí, el loro". "¿El loro?" les pregunté un poco incrédula después de lo que habían ahorrado y esperado al loro, y lo poco que habían jugado con el (no más de media hora). "Sí, el loro". Lo cogieron, lo empacaron de nuevo en su caja y lo mandaron a la casa de Samuel con su tío. No dijeron ni una palabra más. Al día siguiente se levantó Noe y solo dijo: "me pregunto cómo le habrá ido a Samuel con el loro".
El gesto de desapego y las ganas de hacer al otro feliz de estos dos compañeros de vida fueron para mí el regalo perfecto ese día y por mucho rato.
Traigo esta historia a colación porque una actitud de Bhai y Noe me la recordó hace unos días. Desde hace más de un mes están entre los dos ahorrando para comprar un loro que repita todo lo que ellos digan. Por obvias razones, tener un loro de verdad en la casa no es posible así que busqué uno de juguete. Lo encontré y con sus ahorros (y otro poco más) se los compré. La felicidad de ver al fin el loro tan anhelado y tan buscado era total. Le hablaron, le cantaron y no podían creer que el loro repitiera TODO lo que decían. De repente, recordamos que ese día era el cumpleaños de su primo Samuel. Yo le tenía un regalo, mas sin embargo les pregunté qué les gustaría regalarle a su primo. Pausaron un rato, pensaron y dice Noe: "¡ya se! el loro le encantaría". Y Bhai: "Sí, el loro". "¿El loro?" les pregunté un poco incrédula después de lo que habían ahorrado y esperado al loro, y lo poco que habían jugado con el (no más de media hora). "Sí, el loro". Lo cogieron, lo empacaron de nuevo en su caja y lo mandaron a la casa de Samuel con su tío. No dijeron ni una palabra más. Al día siguiente se levantó Noe y solo dijo: "me pregunto cómo le habrá ido a Samuel con el loro".
El gesto de desapego y las ganas de hacer al otro feliz de estos dos compañeros de vida fueron para mí el regalo perfecto ese día y por mucho rato.